¿Cómo que dónde estoy?

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Ya tardaba, La Impostora, en inmiscuirse en mi blog. Os lo avisé: esta chica es una métome-en-todo.

Pues no pienso dar explicaciones, ¡faltaría más! Además, esto del regreso es algo siempre muy íntimo y privado ¿no os parece? Cada quién tiene su manera particular de aterrizar, y mi manera es… digamos que compleja.

Como quiera que soy enamoradiza de nacimiento, cada vez que regreso de un viaje paso un largo tiempo de duelo, sufro de un agudo sentimiento de pérdida, melancolía y triste nostalgia, todo mezclado y atorbellinado. ¿¿Alguien cree que estas son condiciones para conectarse al blog y echar cuatro líneas como si nada?? Por supuesto que no, sólo alguien tan poco sensible como La Impostora sería -y es, como habéis podido comprobar- capaz de reprocharme mi necesidad de este pequeño tiempo de silencio.

 

Y en esta ocasión, además de mi conocida alergia a los regresos, se han sumado algunos factores que han agrandado hasta medidas inconmensurables mi dificultad de aterrizaje. Los expongo brevemente:

1. La revista, tal y como se veía venir,  ha echado el cerrojo. El lunes día 3 entré en mi despacho y -en el suelo, donde estaba mi mesa antes de que el camión de los embargos llegara- me esperaba un escrito que me comunicaba que todo se había ido al garete y que tenía varias opciones legales a la que acogerme, bla, bla, bla… Conclusión: que yo también estoy en el paro.

2. Se ha producido una invasión de banderas, y aún no sé bien cómo ha sido. Cuando nos fuimos, el país estaba hecho un guiñapo: en general y en particular, lo miraras por donde lo miraras, una sólo podía esperar que la cosa, a la vuelta de vacaciones, hubiera mejorado, aunque fuera imperceptiblemente…  Pues NO. Nos hemos encontrado lo que había y más: El vecindario plagado de banderas independentistas, incluso colgando de los balcones más moderadas, y a los políticos de cualquier rango declarándose separatistas, soberanistas, nacionalistas… Demasiados matices para un solo color ¿no? ¿Qué ha ocurrido mientras no estábamos? Resulta curioso que en EEUU también la banderitis me llamó la atención, ya sabéis que a mí me van otro tipo de «trapos»:

  

 

3. La vida de cada quién se hace con la suma de grandes acontecimientos y de pequeñas naderías, cuyos pesos de influencia en nuestro sentir no siempre son proporcionales a su peso objetivo. Dicho esto, me vais a permitir que os diga que si algo realmente me ha dolido en mi regreso, y me ha hundido en la más profunda de las miserias, es que -el mismísimo día de nuestra llegada a casa y tras 30 días de visitar wáteres lejanos- fui al supermercado de al lado de casa a hacer una compra de urgencia -la nevera estaba más vacía que los Monegros en febrero-, tuve que ir al lavabo y -sí, lo estáis viendo venir ¿verdad? ¿no es para desanimarse??-…  ¡¡¡NO había papel higiénico!!! ¡¡Y en un supermercado, con las estanterías de la tienda llenas de rollos de papel!!  ¿¿Podremos soportar tanta miseria de espíritu??

Nada, que aquí estoy, ya de vuelta. Y ahora sólo me queda seguir andando, y no es que pretenda ir a ninguna parte, sólo que si dejo de andar igual me quedo paralizada y se me comen los pájaros -y Las Impostoras- a picotazos.   

¡Bienvenida a casa!

¡Ah, y no os dejéis marear por La Impo! En el luminoso de Times Square, en la foto I mirar alrededor del musculitos, por encima de su hombro derecho y también a la izquierda de su cabeza.

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