Ahora sí, ya se hizo de día. ¿Qué es lo primero, lo indespensable, lo que no puedes perderte en NY?
Salimos del hotel, en la 41 con Madison. Cruzamos hasta la siguiente calle al oeste: ¡y ya estamos en la Quinta Avenida!
Ahora sólo tenemos que empezar a andar hacia el norte, subimos por la acera este (¡derecha! pero aquí todo va así: lado este, oeste, norte…), y luego, cuando llegamos a Appel, en la esquina con Central Park, de vuelta al hotel por la acera oeste para descargar las compras.
Armani, Prada, Bulgari, Bottega Veneta, Tiffany&Co, Zegna, Cartier, Versace… ¡Esto es vida!
Hay que entrar en todas, como quién se monta en todos los cacharros de un parque de atracciones.
En Prada me pruebo un abrigo de lana blanco, entallado y ligero como una pluma, ¡es una obra de arte! Con él puesto podría salir a almorzar con Cindy Crawford y Naomi Campbell, juntas las tres. Estoy mortal. No está el precio por ninguna parte, por supuesto, estas piezas no tienen precio. Y esta ciudad es la ciudad sin precios, no hay una indicación de dólares en ningún aparador. Devuelvo el abrigo a su percha rallando el parquet con mis dientes largos y les doy las thanks, my very thanks.
En Tiffany quiero probarme unos pendientes maravillosos, unos aretes de brillantes rosados, pero Víctor y los chicos ya están más que aburridos, y eso que les he comprado bombones en Lindt. Tranquilos, ya estamos llegando a Apple. Pataleo. Mandamos los niños a Apple, y por unos instantes me pongo los pendientes… ¡Que venga la Hepburn, que la invito a champan!
¿Quién necesita comprarse una guía de viajes para visitar esta la ciudad, si más sencillo no puede ser?